En el mundo del medicamento si algo está de moda es la farmacoeconomía, esa ciencia que aplica principios económicos en la planificación del uso racional del medicamento (URM). Aplicando los principios generales de la economía moderna (efectividad, equidad, coste-oportunidad...) a la prestación farmacéutica se consigue definir unos parámetros, la Dosis Diaria Definida (DDD) es el más utilizado, que nos permiten la planificación desde la fijación del precio por la DG de Farmacia y Productos Sanitarios del Ministerio de Sanidad y Política Social, hasta la consulta de atención primaria.
En nuestro país la planificación farmacoeconómica se realiza a tres niveles: macrogestión, mesogestión y microgestión. Se supone que la prestación farmacéutica debe buscar los mismos objetivos que el Sistema Nacional de Salud recogidos en la Ley General de Sanidad, sobre todo el más importante: garantizar el más alto nivel de salud a la población.
Por macrogestión sanitaria se entiende la que se realiza por los políticos, comienza con el conocido "Método 90", método que utiliza el Ministerio para calcular el precio de los medicamentos, a la hora de calcular el coste se tendrá en cuenta la utilidad clínica y otras alternativas existentes en el mercado, pero la realidad es que es un método totalmente opaco para la industria farmacéutica que debe además aportar información global de la empresa, lo que subjetiviza aun más el proceso. Este precio está condicionado con bajadas por RD y al sistema de precios de referencia. El siguiente paso es la planificación autonómica a través del capítulo de URM de los contratos-programa donde se establecen las líneas básicas de planificación a través del cumplimiento de una serie de objetivos cuantificados. Hasta aquí la objetivos fijados gozan de casi tantas buenas intenciones como de poca aplicación práctica, pero han conseguido condicionar el resto de la planificación.
El siguiente paso en la mesogestión a nivel de gerencia y direcciones de áreas de salud y distritos, en este caso se busca a través del análisis de años anteriores un mantenimiento del gasto farmacéutico para lo que se aplican circulares internas de los servicios de salud de cada comunidad autónoma. Se establecen de forma cuantificada los límites de desviación de la media del distrito para cada facultativo según el precio medio de receta prescrita. Aquí nos encontramos en su mayoría a profesionales sanitarios con perfil político haciendo todos los esfuerzos posibles por cumplir unos objetivos presupuestarios, que descubren que mucho de reales no tenían.
Por último, la etapa más importante la microgestión del gasto farmacéutico, la realiza el médico, la persona que está en contacto directo con el paciente, la que decide si se pasa del límite del distrito o tiene que pedir un talonario de más para poder tratar a sus pacientes, claro, todo esto condicionándolo económicamente a través de los objetivos fijados en las etapas anteriores, si se pasa cobra menos.
Nos encontramos con un profesional sanitario con una formación superior mínima de 10 años, con unas condiciones laborales cada vez más incómodas y además con el reconocimiento profesional en caída libre que tiene que decidir si receta lo mejor para tratar a un paciente o lo económicamente más rentable para el Sistema Sanitario para poder cumplir unos objetivos y ganar un poquito más.
Cuando aplicamos los mismos criterios presupuestarios a la compra de papel del servicio administrativo del hospital que a la prescripción médica sin tener en cuenta que cada paciente es distinto (por mucha DDD que utilicemos y muchas Comisiones de URM que hayamos creado) y ponemos a un profesional en la situación de no recetar lo que cree más útil algo está fallando en el sistema, especialmente cuando en la compra de papel, en material promocional con fines políticos, cargos intermedios inútiles, fundaciones, subvenciones, etc... se está despilfarrando continuamente, pero como estos conceptos no están incluidos en los contratos-programa y en los planes de calidad de la prestación sanitaria pues no pasa nada.
Si la población española crece cada año en número de habitantes y además esa población cada vez es mayor, lo normal es que crezca el gasto sanitario, bajar los precios de los medicamentos y controlar el Precio Medio por Receta de los médicos no es más que el parche de cada año para un sistema ineficiente donde el dinero se dilapida en todo menos en garantizar la salud de la población que cada vez está más comprometida con la excusa de que siempre se busca la rentabilidad.
Esperemos que los señores políticos no descubran que lo más rentable es dejar que los viejos se mueran (además así disminuye el gasto de las pensiones...una idea diabólica, verdad?) y que la risa y los abrazos son terapéuticos... veo a los médicos dando abrazos.
Dejemos de utilizar la famacoeconomía como excusa y apliquémosla con criterio y teniendo en cuenta la opinión de los profesionales sanitarios.
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